Bandwagon doble, por favor.

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«El Efecto Bandwagon, también conocido como el efecto de arrastre, “efecto de la moda” o de “subirse al carro” y relacionado cercanamente al oportunismo, es la observación de que a menudo las personas hacen y creen ciertas cosas fundándose en el hecho de que muchas otras personas hacen y creen en esas mismas cosas.”

El 10 de junio fuimos testigos de la segunda marcha de #YoSoy132, una marcha convocada por jóvenes universitarios, en un inicio, como protesta “AntiEPN”, a la que le sumaron el “maltrato” de los medios al llamarlos “porros” por su comportamiento al finalizar la visita del candidato en la Ibero. Ahora, vemos una expresión social plagada de voces que se sumaron a ella, algunas afines y otras oportunistas que se cuelgan del esfuerzo de jóvenes que poco a poco tratan de darle forma a su organización antipeñanietista. 

[[posterous-content:qttjhmFxBByrowyqCvoq]]En ese orden, vemos un efecto Bandwagon, explicado parcialmente al inicio de este post, pues originalmente, el efecto tenía 2 concepciones, una social y la otra en términos de comunicación política. Para efectos de comunicación política, el Bandwagon podría ser generado con ayuda de los medios masivos de comunicación. El caso del Bandwagon de #YoSoy132 es novedoso, porque es de orden social y no se generó con medios masivos de comunicación, ni con herramientas tradicionales de propaganda, sino en medios sociales. De ahí, la suma de simpatizantes -aunque tengan diferentes causas- porque muchas otras personas así lo hacen. 

Resalta, y si yo fuera parte de #YoSoy132 me preocuparía la desmedida suma de múltiples intereses a una misma causa, en algunos casos contradictorios, porque a mediano plazo causaría fracturas internas y si se extiende la proliferación, corre el riesgo de perder credibilidad, que aún no termina de forjar, y en el peor de los escenarios, desaparecer por completo para dar origen a nuevas y más pequeñas organizaciones. Los más optimistas, preferirán decir que el movimiento es plural, pero los efectos del descontrol se harán evidentes, si es que decide avanzar del mismo modo. [[posterous-content:mpbzrreGIyFAjqAqzmfg]][[posterous-content:tlEcyqvqjxdhicCpohyp]]

“El efecto bandwagon ocurre durante la votación: algunas personas votan por aquellos candidatos o partidos que es probable que resulten ganadores (o que son proclamados como tales por los medios de comunicación), esperando estar en el ‘lado ganador’ al final.”

En el otro Efecto Bandwagon que quiero abordar es sobre las encuestas electorales. Recientemente hemos visto campañas de desprestigio contra varias casas encuestadores y medios que presentan encuestas para medir las preferencias del electorado, sobre todo de aquellas (todas) que no favorecen a López Obrador. Se les olvida qué son las encuestas o tal vez no lo saben, se les olvida que son fotografías del  momento, que lo que dicen ahí es resultado de una medición estadística, no son un decreto absoluto que predice el futuro. Aún así, las encuestas sí tienen un papel importante, y no es la de medir los ánimos electorales, y tampoco se les confirió ese papel por origen, es más por añadidura.

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Las encuestas influyen en el padrón electoral, a través los medios masivos de comunicación, sobre aquellos que no tienen decidido su voto, dando así el Efecto Bandwagon, un efecto de “cargada” sobre el candidato puntero, que si bien no lleva todos los votos indecisos a su favor, sí lo hace con la mayor parte. 

¿Porqué en la recta final de la campaña sorpresivamente el candidato López Obrador dice que su encuesta lo pone arriba de Peña Nieto (el candidato puntero)?. Una encuesta, que como dijo en televisión abierta durante su participación en Tercer Grado, fue hecha por su equipo y le da amplia ventaja sobre los otros candidatos.

AMLO no es ajeno al efecto Bandwagon. En 2000, cuando competía para Jefe de Gobierno del Distrito Federal, fue testigo del efecto que le permitió a Vicente Fox ganar las elecciones presidenciales de aquel año. Ese famoso “¡Ya ganamos!” que rezaba durante la parte final de su campaña creó el efecto necesario para que el PRI perdiera la elección y le diera paso al PAN. 

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Seis años más tarde, AMLO trató de replicar el efecto con su “Sonríe, vamos a ganar”, pero como nos remite la historia, no le funcionó. Hay un elemento fundamental para el Bandwagon se logre: efectivamente  tener quorum, que sea el puntero de la contienda. En 2006, AMLO confió que no perdería la mayoría que desde inicios de campaña le daban las encuestas. La sorpresa fue que en la recta final, Calderón se acercó rápidamente a él, tanto, que ni las encuestadoras, ni el PREP pudieron establecer un ganador preliminar de la contienda.

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En esta campaña presidencial, AMLO recurre de nuevo al Bandwagon, y para eso necesita crear la ilusión de ser el candidato puntero, de ahí que sorpresivamente tenga una encuesta hecha por él, que le da esa ventaja, un recurso que en el pasado no necesitó, porque él era el candidato puntero; hoy esa ventaja es una ilusión, con la que pretende ganar votos de los indecisos (si se dejan) y con la que muy probablemente prepare terreno ante una eventual derrota, y así tener “elementos” (de creación propia) que sustenten el concepto de un fraude.  

 

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